La Criptobotánica, entre otras posibilidades, se dedica a
estudiar y recopilar casos de plantas y árboles con comportamientos agresivos,
fuera de lo común, ajenos a lo que se supone que un vegetal podría hacer. Qué
duda cabe que buscar relatos acerca de plantas devoradoras de hombres entra
dentro de esa parte asombrosa e impensable en la conducta vegetal. Y sobre ello
vamos a hablar en Criptobotánica, comenzando por una de esas historias que
dejan helada la sangre de quien lo lee y, sobre todo, de sus víctimas. Una
historia protagonizada por un extraño árbol de curioso nombre, Ya-te-veo…
Ya-te-veo, el devorador de hombres
Ya-te-veo es una planta carnívora que –supuestamente- se
encuentra distribuida en distintos lugares del planeta. Hay relatos que la
sitúan originariamente en América Central y del Sur, aunque también hay
testimonios de una criatura similar en África y en las costas del Océano
Índico.
Las descripciones que
nos han llegado de ella no siempre son coincidentes, aunque la mayoría de los
informes sostiene que tiene un tronco corto y grueso y largos zarcillos que
utiliza para capturar a sus presas. Algunos testigos la describen también como
poseedora de un ojo, con el cual localiza a su víctima.
Otros testimonios lo representan como parecido a un árbol
nativo ordinario, del que tomaría la forma,
aunque con el tronco hueco,
perforado por varios agujeros de los que sale un gran mechón de color rosa y
con espinas en forma de gancho que se asemejan a los dientes, con los que puede
reventar y agarra a sus presas.
Una vez capturada la
víctima, estos zarcillos arrastran su cuerpo por el agujero, hacia el interior
del tronco hueco del árbol. Una vez dentro, grandes espinas se clavan en el
cuerpo de la víctima, como si se tratara de un dispositivo medieval de tortura,
hasta lograr inmovilizar la presa.
A partir de ese instante, el árbol segrega diversas enzimas
que ayudan a disolver y digerir el cuerpo. Los huesos de las víctimas son
expulsados tras la digestión y se amontonan a los pies del árbol, en los huecos
dejados por las raíces.
Sea and Land
J.W. Buel, en su libro Sea and Land, publicado en 1887,
escribe que la planta captura y consume
insectos y mamíferos de modo habitual,
pero también intenta alimentarse de seres humanos.
El autor amplía la descripción física ya conocida de esta
criatura, a la que llama “Minotauro vegetal”, equiparándolo al legendario monstruo mitológico en su fiereza. Buel
escribe que este ser “tiene un tronco corto y grueso, desde cuya parte superior
salen espinas gigantes, estrechas y flexibles, pero de extraordinaria dureza,
cuyos bordes están armados con púas o dientes como dagas.
En lugar de crecer en posición vertical o en un ángulo
inclinado del tronco, estas espinas ponen sus extremos exteriores en el suelo,
y con tanta gracia son distribuidos, que el tronco se asemeja a un agradable
sofá con cortinas verdes alrededor de él. El viajero desafortunado- ignorante
de la creación monstruosa que se encuentra en su camino y debido a la
curiosidad de examinar la extraña planta o sólo para descansar- no sospecha de
su muerte segura.
En el momento en que sus pies se encuentran dentro del
círculo de las horribles espinas, éstas se levantan como serpientes gigantescas
y se entrelazan sobre la víctima clavando rápidamente sus dagas en el cuerpo,
completando la matanza. El cuerpo es aplastado hasta que cada gota de sangre es
expulsada de él y es absorbida por la planta amante de la sangre derramada.
Cuando el cadáver está seco, se desecha y la horrible trampa se establece de
nuevo".
Una vívida descripción para una muerte no menos horrenda…
Precisamente es en esta obra en la que se publica el dibujo que acompaña este
artículo, en el que un nativo es devorado por esta planta en presencia de otros
dos aterrados individuos.
Para los nativos, Ya-te-veo simboliza el Mal en su más
amplio sentido y se cuenta que incluso es utilizado por los hechiceros como
instrumento de poder, amenazando con su acción maligna a aquellos que se
atrevan a desafiar la magia de los brujos locales. Un modo nada agradable de
relacionarse con la Naturaleza, desde luego…
De la ficción a la realidad
Además de la magnífica descripción de Buel, también nos han
llegado otras similares procedentes de los pueblos que habitan los tepuyes, esa
clase de mesetas especialmente abruptas, con paredes verticales y cimas muy
planas características del escudo montañoso guayanés, principalmente en la zona
de la Gran Sabana venezolana.
Heliamphora chimantesis |
En este recóndito paraje sudamericano, el Ya-te-veo es un
singular arbusto bien conocido por los indígenas y extraordinariamente temido
debido a su predilección por la carne humana. Como ocurre con la mayoría de los
informes y descripciones de árboles carnívoros, el Ya-te-veo posiblemente sea
una historia exagerada de una verdadera especie de planta carnívora, similar a
las conocidas por la Ciencia.
En el caso concreto de los tepuyes, las especiales
condiciones climáticas del lugar han propiciado la existencia de gran variedad
de plantas carnívoras endémicas. Ello es debido a la imposibilidad de
acumulación de humus debido a la constante acción del viento y también por la
accidentada constitución del terreno, lo que ha dado lugar a la existencia de
un suelo pobre en nutrientes, unas características propicias para la presencia
de este tipo de plantas devoradoras.
Posiblemente, el tiempo y la imaginación han hecho el resto
y el Ya-te-veo sea sólo la distorsión de relatos legendarios narrados sobre
plantas carnívoras de existencia real. O, tal vez, nuestro planeta nos depara
más sorpresas de las que nuestra razón está dispuesta a soportar…
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