Durante el pasado verano, el equipo de arqueólogos de
DigVentures realizó excavaciones en determinado punto en las proximidades de la
Bahía de Morecambe, en Lancashire, en el noroeste de Inglaterra. Un detector de
metales fue capaz de advertir de la posición de un cincel en buen estado de
conservación, abriendo el camino hacia un espectacular yacimiento que los
expertos ubicaron enseguida en la Edad de Bronce.
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Imagen: Dalya Alberge |
Todo tipo de joyas y adornos, así como lanzas, hachas y
otras armas, formaban parte de un tesoro que sedujo a los investigadores por su
insólita variedad. Pero una de sus piezas más llamativas no fue descubierta
hasta que el botín fue trasladado a los laboratorios para ser analizado. Uno de
los arqueólogos encargados de esa tarea observó que una de las hachas tenía un
hueco en un extremo de su mango. En su interior había una flor de cardo asombrosamente
bien conservada.
La antigüedad que se atribuye al hacha en que estaba
escondida la flor es de unos 3.000 años, de modo que podría ser también la edad
de ésta. Lo más interesante es que el hallazgo provoca que los especialistas se
planteen nuevas preguntas. Por lo general, esta clase de tesoros enterrados
suelen encontrarse en lugares húmedos en los que las comunidades de la época
solían asentarse, pero hasta ahora esas ofrendas eran esencialmente materiales.
La presencia de la flor abre algunos interrogantes.
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Imagen: Dalya Alberge |
La excavación que condujo a este descubrimiento fue
financiada parcialmente a través de un crowdfunding
lanzado por DigVentures, una organización social fundada por tres arqueólogos
que intentan que la crisis no paralice sus ganas de continuar investigando. Su
éxito demuestra que sus esfuerzos durante los últimos años han merecido la
pena.
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