Esta es la afirmación de Suzanne Simard, silvicultora y
profesora de Ecología. En su opinión, y tras varios experimentos, al igual que ocurre
con los humanos, los árboles son criaturas extremadamente sociales,
completamente dependientes unos de otros para su supervivencia y, como sucede
entre nosotros, la comunicación es clave.
Después de que los científicos descubrieran que las raíces
de los pinos podían transferir carbono a otras raíces de pinos en un
laboratorio, Simard se propuso averiguar cómo lo hicieron.
Lo que ha descubierto es una vasta red de raíces de hongos
con forma de cabello -una súper autopista de información- que permite a los
árboles comunicar mensajes importantes a otros miembros de su especie y a otras
especies relacionadas, de modo que el bosque se comporte como "un solo organismo".
Detalle del experimento de Simard |
La idea, muy arriesgada, no cosechaba simpatías entre sus
colegas. Así que, SImard encontró fondos para la investigación y realizó los experimentos
ella misma, plantando 240 abedules,
abetos y cedros en un bosque canadiense. Cubrió las plántulas con bolsas de
plástico y las llenó con varios tipos de gas de carbono.
Una hora después se quitó las bolsas, pasó el contador
Geiger sobre sus hojas y, lo que sucedió, nos lo cuenta ella misma en esta
conferencia (en inglés, con subtítulos en castellano):
El trabajo de Simard ha servido para demostrar que los
árboles también son cooperadores. Se
comunican enviándose señales químicas y
hormonales entre sí a través del micelio, para determinar qué árboles necesitan
más nutrientes y qué árboles tienen algo de sobra, enviando los elementos de un
lado a otro hasta que todo el bosque está equilibrado. "La red es tan
densa que puede haber cientos de kilómetros de micelio interconectados",
dice Simard.
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